sábado, 20 de octubre de 2012

Nimio


Su nombre era Nimio. Vivía en un lugar vacío de obviedades donde nada parecía ser lo que realmente era. Siempre me acordaré de su cara vacía siempre de sentimientos, inexpresiva, que me miraba intentando comprender la complejidad de mis expresiones.

Siempre estaba callado, contemplando aunque pareciera no entender, mirando hacia algún lado distraído, sin apartar la mirada durante horas a veces a un mismo punto, como queriendo encontrar la verdad que escondían aquellas apariencias del todo.

Me gustaría comprender como se sentía aquel muchacho cuando la gente se postraba frente a él haciendo como si le estuviera diciendo algo o a la hora de sentarse a pensar en lo absurdo de su entorno... pero nunca podría llegar a su profundo fuero interno, a su plena consciencia, a sentirme como él nunca habría echo, o a no sentirme como él siempre hizo.

Creo que ni él era consciente de su existencia, debo de ser el único que se dio cuenta de que él estaba vivo, de que Nimio era importante en su nimiedad. ¡Qué difícil tuvo que ser estar en su situación! Aunque no se sentía mal, tampoco bien, debía de sentirse tan vacío que cuando me paro a pensarlo me tiembla el alma y se humedece mi mirada.

¡Pobre Nimio! Nadie se dio cuenta de él. No era importante para nadie porque él era Nadie, probablemente no quisiera ser como los demás aunque eso significara no ser nadie para todos. Pero siempre tendrá un sitio en mis recuerdos, esté donde esté, siempre recordaré a Nimio, el más valiente de todos los hombres, pues se atrevió a vivir sin ellos.

Se atrevió a librarse de la vida, de la muerte, de todo aquello que nos da algún tipo de perspectiva... y fue libre como nadie, libre de todo incluso de si mismo, libre por encima de lo que el resto de lo que los mortales podemos llegar a entender. Su nombre era Nimio, lo mejor hecho entre lo insignificante.

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