sábado, 31 de diciembre de 2011

esperanza2

 -Encajan perfectamente.
-El qué?
-El todo con el resto.
-En que mundo?
-En el nuestro, en mi mente.
-Estás hoy muy profundo.
-Eso crees? Puede que el resto de los días lo esté demasiado poco...
-Siempre pienso que te comes mucho el coco.
-Si acaso la vida es algo, es esa conexión, no hay más.
-Sí, entiendo que dices, y veo por donde vas.
-Pues siempre me pareció que algo dijo calderón de que la vida es sueño, más no en mi opinión.
Pienso yo más bien, que la vida se hace sueño cuando vives cual pequeño, el todo al 100%.
-Pero y si es todo aquello acaso insignificante?
-Por muy pequeño que sea, siempre existe algún instante, un momento, una mirada un encuentro.
-Es eso lo que buscas siempre?
-Es lo que a veces tengo.
-Razón ves tu suficiente, para estar tu tan contento?
-Razón suficiente y necesaria, para tal portento.
-Responde entonces a esto: Que es para ti un momento, y cuando se hace feliz?
-A decir verdad, te digo un momento es el testigo de que en verdad el tiempo pasa, y es feliz si es.
-Aún no entiendo del todo.
-No siempre es feliz del todo, el tiempo que ha transcurrido, pero un momento no es olvido.
-No es olvido si es momento.
-Ni siquiera si es instante, pues hay un acontecimiento, que le da aporte importante.
-Zumbidos podrían ser en el entendimiento de muchos.
-Zoquetes serán aquellos por no creerlo oportuno. El tiempo no existe más que a corto plazo.
-Zoo ambulante parece.
-Zarzas de nuestra mente, que envuelven todo a su paso nos impiden ver el ocaso.
-Aun no creo del todo... no entiendo yo de que modo el tiempo es eterno y por plazos.
-Ahora te explico despacio, el tiempo por entretenernos, empieza momento a momento.
-A nosotros se nos muestra?
-A unos pocos según creo, yo lo veo y es el tiempo el que se esconde a la vista vuestra.
-Al encuentro de unos pocos?
-Aquellos que prestan atención a cada situación que valoran cada evento, solo a esos.
-Desde donde habemos de contemplarlos?
-Desde nosotros y nuestras capacidades, admirarlos, con nuestras personalidades, acomodarnos.
-Dadnos más concretancia.
-Deidades fieras y vengativas confunden el entendimiento. Nos hacen buscar la paz ahí fuera.
-Decidme pues quien nos obliga?
-Obligados somos por nosotros mismos de nuevo. yo veré si llueve, y
si llueve también yo lluevo.

-Suena a final don Esperanz.
-Sea así pues mi amigo Ado.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Me devoran las horas

Hoy me devoran las horas, insaciables como la muerte, no queriendo dejar ni un fragmento de lo que soy o lo que he sido. Pretenden deshacer aquello que hicieron tantas semanas unas horas errantes, perdidas, mientras que a mi camino, el que me toca, se le da por andar
y yo... no sé a qué agarrarme.

Caigo. Caigo y me precipito sin llegar a alcanzar, como en sueños.

Se va extendiendo el vacío mientras siento afilados segundos masticando mi piel.
Arrancando más que carne.

Esparciendo vísceras de mi sentir que nada entiende, de mi razón que nada siente, ambas procurando una verdad negada a ser. Y así se niega ella y todo
y yo... ¡no sé a qué agarrarme!

Caigo. Caigo con todo el arrojo, de quien así un día lo quiso.

Me dan impulso minutos, empujando mi cuerpo herido por la vorágine del espacio que nunca llegué a ocupar, junto con todo el que hoy me envuelve.

Me devoran las horas, hoy, que ignoro que pié da el siguiente paso, que apenas sé si piso.

Hoy que me estoy deslizando por veredas ilusorias que me han traído hasta aquí: donde yace un pelele descordado.

Y entre tanto me consumo: ni un grito, ni un quejido lastimoso haciendo acto de presencia. Nada se oye, más que el pulso de ese tiempo que contempla, anhelante, el efecto de los segundos aferrados a mí piel, procurándose perpetuar.

Me devoran las horas y yo... no sé a qué agarrarme, hoy que mi propio camino se apartó, otra vez, de mi vista. Ojalá, que por lo menos, les resulte indigesto.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Complace mi sinestesia

Como si mis manos fueran ojos, y tu cuerpo, belleza. Deslizar de un vistazo, por el paisaje de tu piel mi mirada de ciego, de quien está a oscuras, de quien ve borroso. Agárrame a tu imagen como si del abismo de la nada estuviera colgando. Otórgame una mirada periférica para poder tocarte entera con un solo roce. Permíteme trazar sobre el papel las lineas que componen el relieve del paisaje de tu forma, hacer un mapa de los tesoros que esconden tus sentidos.

Como si mi lengua pudiera oírte siendo tú armonía, la música que suena en las estrellas, el sonido de la vida en su conjunto. Escuchar la melodía que componen los sabores de tu extensión dirigidos por el compás de tu aliento, sintiendo como las notas que envuelven mi sensación, surcan la tempestad del océano de mi boca mientras esta se hace agua.

Como si fuera capaz olerte con solo pensarlo, y tu fueras vivo aroma. Aspirar tu esencia llenándome de ella, sin dejar nada fuera, que recorra mis venas y me riegue por dentro. Conseguir que tu perfume abarque mi memoria y que no queden más recuerdos que los distintos matices de tu fragante frescura. Haz que tu olor cubra mi mente en un momento, que abrace mi razón, que se meta en mi sensación y pase a formar parte de ella, de mi... para que de este modo hagamos uno, tú, estímulo y yo percepción.

Como si pudieras darme la dosis exacta de tus sentidos

para asfixiarme de tu imagen,

para que quede embargado en sabores,

para cubrirme de tus ruidos y sublimarme con tu tiento;

para que me cieguen tus fragancias.

Si pudieras darme la dosis exacta de tus sentidos
si pudieras... complacerías mi sinestesia.

domingo, 18 de diciembre de 2011

REP

Retozar en recuerdos re locos,
donde mi tiempo siguió
donde debió haber parado,
sintiendo las gotas de estaño
escurriendo en la sesera
sellan vías de acceso a
placenteros reductos de instantes.

Retorcer retrocediendo a trozos
sacando donde no hay
lo que pudo haber y ha sido
resquicios sacados de quicio
del roto descosido aquel
asiduo a poca monta
que sucumbe al óbito pausado

domingo, 4 de diciembre de 2011

aquella roca espectral

Entrar por ventanas
como fantasma en sueños
con blancas telas rotas
arañando luz de luna
retorciendo, retrocediendo
no cediendo al loco intento
de llegar al lugar donde
poder alcanzar suspiros.

Estar posado en suelos
donde con el sol, salir solo.
estancado entre granos de arena
como piedra que escoge
quien en ella tropieza
y hacer que caiga.
siempre el mismo.
siempre distinto.

Atravesar las paredes
deslizar gélidos susurros
llantos, gemidos, gritos,
alaridos sin estar siquiera
realmente ahí, donde
todo cambia
y pasa el tiempo.
Un estanque de arena
del reloj acostado.

Contemplar todo, nada,
latidos de tierra
repetido ser incesante
ido, perdido, esparcido,
semejante, que no parecido,
a no ocupar
el lugar de siempre
inamovible, inerte, inherente.

Ser resquicio de algo
más bien poco o menos
a penas parte del todo
y ni siquiera nada.
No ser más que una roca
que atraviesa cristales
para entrar en sueños
y escoger quien tropieza
con sus largas cadenas de luna
y sábanas salpicando el tiempo
que le queda a una roca espectral.

cambios

Llueve calor seco en cielo despejado de nubes visibles. Las luces se desplazan ondeando para evitar enfrentarse a todo lo que ocupa espacio alguno. Las sombras ya no existen ni sobre papel... demasiada luz. Los colores se entremezclan unos con otros, derivando en un paisaje uniforme ante los ojos de cualquier espectador y nada queda fuera de todo esto.

Sopla un viento inmóvil desde todas las direcciones posibles, en todos los lugares, sin permitir que se respiren dos veces los mismos aires, hasta en los más cerrados y ocultos rincones. Pero esa lluvia, de calor seco... incesante, monótona, aburrida ...cayendo desde las profundidades de la atmósfera, o más allá, donde el azul tiende al negro, no deja ni una parte de la realidad fuera de su endemoniado embrujo de gritos horrendos, carentes de eco.

Susurros subatómicos dan forma al material del que se compone el suelo pisable, pasible, mientras los cuerpos que no viven se deslizan sobre él sin hacer el menor ruido, sin dejar en ella su triste huella. Pueden verse, casi hasta tocarse, los gritos acompasados del interior de la tierra: de vida, de esperanza y de amor; de rabia, de dolor y de traición. Gritos, que se aparecen en todas las escenas sin perderse en las diferentes direcciones posibles que toman a un mismo tiempo.

Las distancias se aglutinan y los segundos se separan en este irremediable entorno sustraído de la más pura decadencia, haciéndolo tan espeso que apenas cambia en horas, siquiera en días, semanas, años... pero se sigue notando esa lluvia fina: lluvia, que quema con su sequedad cálida caída de una esfera celeste, sin nubes que puedan ser vistas; lluvia, que desciende sin cesar empapándolo todo con su envolvente influjo. Sin final ni principios. Sin ninguna finalidad.

No se puede más que encogerse, resguardarse, ocultarse de todos los efectos de este ambiente del que todo sentido huyó hace tiempo... hasta que, de pronto, por encima del sonido nauseabundo de la no vida, empiezas a oírlos:

Pasos. miles de ellos, tan juntos, tan fuertes como notas de grito en cadena, como eslabones de cadena de gritos. Surge de todas las partes a la vez el sonido de tantas pisadas que todo son sonidos, que no hay nada en silencio, y nada ahora es ya todo.

Todo...
Como los tambores que retumban las vísceras de Madre y ocupan todo. Se oyen sus bramidos coloreando lo que aun sigue cubierto en la lluvia, de caliente aridez, humedeciendo lo que la todavía la luz desdibuja. Recreándose en descrear los dominios abandonados por las ideas de dioses, de cuya guarida en las nubes no quedan ni estas.

Todo.
De nada, surgen gritos que lo cubren todo. Los gritos distintos, nuevos. Gritos de rabia y de dolor pero gritos tranquilos pues están seguros. Seguros de que su verdad les es inherente, y que por tanto nadie puede arrebatarla, ni rebatirla, y, por ello, son fuertes.

Los gritos, de los hombres con huella, se alzan, al alto arriba, recomponiendo a su paso como poetas creadores el mundo que encuentran destrozado.

Gritan palabras que resuenan contra el viento y lo colocan en su sitio.
Palabras, tan duras que reflejan a la luz de nuevo a lo que debía haber sido.
Palabras, tan suaves, que las gotas de lluvia vuelven a tornarse en el ideal de una lagrima.

Y, otra vez, todo vuelve al lugar que le pertenece.
Llueve
fría humedad
en ese cielo
cubierto de nubes.