Aquí estoy yo. En
este mundo. En mi mundo. Aquí el sol impacta con pasión contra mi
piel. O eso o es mi piel la que choca contra sus rallos. Mi corazón
aquí suena dos veces, después se calla hasta volver a sonar.
Después se calla hasta volver a sonar... después...
Sigo aquí, en
este otro mundo mío... sólo mío. Las partes de este todo se mueven
liquidas con el viento, como en una fiesta del té de una pandilla de
lunáticos (¡Cambio de sitio!), pero todo sigue igual. Al menos en
apariencia. Pero ¿para que habían de cambiar las cosas que son
perfectas? Supongo que para que sigan perfectas. Todo necesita el
cambio, porque sin cambio... mi mundo no existiría para mí.
Pero si que
existe, este mundo sólo mio, donde no hay obstáculos para las cosas
hermosas de la vida, donde todo lo que hay está para disfrutarlo,
sí, pero con respeto. Se aprecian mucho más aquí las cosas, al
menos más que en algunos mundos, pues todo funciona como debería.
Aquí vengo cuando
quiero y traigo a quien yo quiero. Muchas veces paso largas
temporadas aquí, y sólo paso por allí, por el otro mundo, el de
todos; para coger algo y traérmelo a este. Para hacer eternas las
cosas buenas, aunque cambien.
En ese otro mundo,
a veces me encuentro. Y me encuentro sólo.
¡Maldición!
¡Ya me he salido!
Y ahora estoy ahí,
en un ahora, en vuestro mundo. Cosas que pasan...
Aunque ahí no se permita
que las cosas pasen como deben pasar. No se permite el cambio, pero
se impone. Las playas se llenan porque el sol no llega al suelo de
las ciudades. Todo es frío, pero es frío aposta, frío como la
mirada de un muerto, como la sombra de un extraño, como el último
aliento de un pingüino, frío...
Las cosas no se
mueven porque han de moverse, sino que se interrumpen sus
movimientos, se cambian, se moldean al gusto funesto de quienes creen
que pueden cambiarlo hasta el punto que no se permita el cambio más.
¡Todo es tan puramente contradictorio!
Y lo peor es que
no se disfruta, ni del cambio ni de la intención de evitarlo. Van
pasando por la vida todos como si no hubiera importado nada. Como si
ellos no tuvieran importancia ni para ellos. Así ¿a quién
pretenden importar?
Vamos... que me
toca aguantar otra vez volver... ¡pues me niego!
¡Concéntrate!
¡Vamos, concéntrate! No te dejes atraer por la absurdidad...
Ya está, por fin
en mi mundo de nuevo. Aquí me quedaré... no lo sé... mucho tiempo.
Si salgo será para traer algo de aquél frío mundo que aun conserve
algo de calor. Si no, será que todo está congelado ya. Por lo
menos, tengo aquí ya aquello que necesito.
Yo -¡Hola a
todos!
Todos- ¡¡Hola
Paulo!!
Diálogo interno revelador y encantador... un poco desangelado, pero tierno al mismo tiempo.
ResponderEliminarHonrado de estar en tu mundo cálido.