martes, 6 de noviembre de 2012

Bendita mi mente


Aquí estoy yo. En este mundo. En mi mundo. Aquí el sol impacta con pasión contra mi piel. O eso o es mi piel la que choca contra sus rallos. Mi corazón aquí suena dos veces, después se calla hasta volver a sonar. Después se calla hasta volver a sonar... después...

Sigo aquí, en este otro mundo mío... sólo mío. Las partes de este todo se mueven liquidas con el viento, como en una fiesta del té de una pandilla de lunáticos (¡Cambio de sitio!), pero todo sigue igual. Al menos en apariencia. Pero ¿para que habían de cambiar las cosas que son perfectas? Supongo que para que sigan perfectas. Todo necesita el cambio, porque sin cambio... mi mundo no existiría para mí.

Pero si que existe, este mundo sólo mio, donde no hay obstáculos para las cosas hermosas de la vida, donde todo lo que hay está para disfrutarlo, sí, pero con respeto. Se aprecian mucho más aquí las cosas, al menos más que en algunos mundos, pues todo funciona como debería.

Aquí vengo cuando quiero y traigo a quien yo quiero. Muchas veces paso largas temporadas aquí, y sólo paso por allí, por el otro mundo, el de todos; para coger algo y traérmelo a este. Para hacer eternas las cosas buenas, aunque cambien.

En ese otro mundo, a veces me encuentro. Y me encuentro sólo.

¡Maldición!

¡Ya me he salido!

Y ahora estoy ahí, en un ahora, en vuestro mundo. Cosas que pasan...

Aunque ahí no se permita que las cosas pasen como deben pasar. No se permite el cambio, pero se impone. Las playas se llenan porque el sol no llega al suelo de las ciudades. Todo es frío, pero es frío aposta, frío como la mirada de un muerto, como la sombra de un extraño, como el último aliento de un pingüino, frío...

Las cosas no se mueven porque han de moverse, sino que se interrumpen sus movimientos, se cambian, se moldean al gusto funesto de quienes creen que pueden cambiarlo hasta el punto que no se permita el cambio más. ¡Todo es tan puramente contradictorio!

Y lo peor es que no se disfruta, ni del cambio ni de la intención de evitarlo. Van pasando por la vida todos como si no hubiera importado nada. Como si ellos no tuvieran importancia ni para ellos. Así ¿a quién pretenden importar?

Vamos... que me toca aguantar otra vez volver... ¡pues me niego!

¡Concéntrate! ¡Vamos, concéntrate! No te dejes atraer por la absurdidad...

Ya está, por fin en mi mundo de nuevo. Aquí me quedaré... no lo sé... mucho tiempo. Si salgo será para traer algo de aquél frío mundo que aun conserve algo de calor. Si no, será que todo está congelado ya. Por lo menos, tengo aquí ya aquello que necesito.

Yo -¡Hola a todos!

Todos- ¡¡Hola Paulo!!

1 comentario:

  1. Diálogo interno revelador y encantador... un poco desangelado, pero tierno al mismo tiempo.
    Honrado de estar en tu mundo cálido.

    ResponderEliminar