jueves, 25 de agosto de 2011

esas noches


Cuatro noches perdido, sin saber que espacio ocupa mi cuerpo en este terrible cuento de vidas prendadas, de amarrados momentos. Cuatro noches en que todas ellas me envuelven por no ver luz en ninguna parte, esfumada bajo la presión de la profunda oscuridad de detrás de las pestañas. Cuatro, en las que ciego me siento como quien no sueña. Cuatro, en las que me encuentro perdido como el que no ve... ni oye... ni huele... sin tacto... insípido...

No me llegan las horas para cada latido que siento retumbante mientras noto los túneles que se fabrican dentro de mi cuerpo. Bocanadas de fuego recorren mis entrañas bajo las penumbras de cuatro noches que me han dejado sin estrellas... que me han dejado sin luna. Las farolas se apagan a mi paso, justo antes de que traspase la linea donde acaban las sombras, y hasta ni mirándolas detenidamente desde la distancia puedo ver un atisbo de su antiguo resplandor. La luz entera me ha abandonado y nada se de ella en estas cuatro noches.

Han sido cuatro noches en las que el tiempo se ha parado, en los que hasta respirar dolía y costaba y mataba... cuatro noches sin vida, sin suelo, sin sentido... cuatro noches aborrecido, triste, despiadado; sin que todas las estrellas me cantaran sus brillos... sin que esa gran luna suspirase sus destellos. Maldiciendo: porque los dioses sean estos y no otros; por las leyes del universo y el movimiento de los astros; porque el espacio y el tiempo son putas cosidas.

Cuatro noches en las que preferiría no haber podido estar despierto, ni cuerdo, ni tampoco consciente. Cuatro, en las que quise soñar que alumbraban los sueños mismos, que había un todo, con su propia luminiscencia, que se apropiaba de mi y del resto, e invadía las cuatro noches, y los fugaces luceros se hacían eternos.

Frías, oscuras, lentas, vacías, fueron cuatro noches, con sus cuatro días.

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